IV ESTACIÓN

Te adoramos oh Cristo, y te bendecimos. Pues, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Jesús se encuentra con su madre

 

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Lectura: Lucas 2, 22-35

“(…) 22 Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

23 como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor".

24 También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

25 Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

26 y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

27 Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

28 Angel lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

29 «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

30 porque mis ojos han visto la salvación

31 que preparaste delante de todos los pueblos:

32 luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

33 Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

34 Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

35 y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos». (…)”

Reflexionemos:
Cuando ponemos en práctica la palabra de Dios, somos verdaderamente hermanos de Jesús.

 

Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya
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2015