Estacion

XIV ESTACIÓN

Jesús es puesto en el sepulcro

Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador.

Del Evangelio según San Mateo:

José tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en el sepulcro nuevo que él había excavado en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue (Mt 27,59-60).

Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal

El cuerpo de Jesús ha quedado en el sepulcro. Cuando nació no dispuso siquiera de la cuna de un niño pobre; en su vida pública no tendrá dónde reclinar la cabeza, y morirá desnudo de todo ropaje. Pero ahora, cuando es entregado a los que le quieren y le siguen de cerca, la veneración, el respeto y el amor harán que sea enterrado como un judío pudiente, con la mayor dignidad posible. No debemos olvidar nosotros que en nuestros sagrarios está Jesús ¡vivo!, pero tan indefenso como en la cruz, o como en el sepulcro. En la Sagrada Eucaristía Jesús permanece entre nosotros. Allí se encuentra verdadera, real y substancialmente presente. Es el mismo de Betania, de Cafarnaún, del Calvario…, aunque ante nosotros aparezca bajo los signos sacramentales del pan y del vino. Estos no nos permiten la alegría de su visión sensible, pero nos dan la seguridad de su presencia real. No es otro, sino que está de otra manera. Tenemos la inmensa suerte de poder tenerle en todos los pueblos y ciudades y en todos los tiempos. Yo estaré con ustedes siempre…, había prometido. Allí nos espera. El sagrario es el lugar privilegiado del amor de Cristo hacia nosotros y de nosotros a Él. «La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte».

Oración:

Jesús, ayúdanos a amarte en el misterio de la Eucaristía. Que podamos abrirnos a esa gracia de tenerte presente y real entre nosotros; y que compartamos con el mundo la alegría y el gozo de la esperanza de saberte vivo entre los hombres.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.