Estacion

VI ESTACIÓN

Una mujer enjuga el rostro de Jesús

Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador.

Del Evangelio según San Mateo:

«Entonces los justos le preguntarán [al Rey]: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel?». Y el Rey les responderá: «Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt. 25,37-40).

Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal

Una antigua tradición, recogida en una de las estaciones del Vía Crucis, habla de una mujer que enjugó con un paño el rostro de Jesús, desfigurado por los golpes y lleno de sangre y de sudor. Y en tres partes de aquel lienzo, dice la tradición, quedó plasmada la figura del rostro de Jesús. Los mismos testimonios nos han dejado el nombre de Verónica como el de esta mujer, que sería bien conocida por los cristianos de la primitiva comunidad de Jerusalén. Fue un regalo del Señor, muestra de su gratitud. Él lo agradece todo y no deja sin premio ni siquiera la más pequeña muestra de amor a Él o a quienes nos rodean. Nos recuerda también esta escena que, si buscamos de verdad al Señor, veremos su semblante que brilla ante nosotros siempre como una señal de esperanza y de salvación. Lo encontramos en los demás, y, de una manera particular, en «los heridos de la vida», pues toda persona que sufre en su cuerpo o en su espíritu es imagen viva de Cristo, que nos invita a una actitud de respeto y de compasión eficaz. Es la imagen de Cristo doliente camino del Calvario.

Oración:

Señor, danos la inquietud de un corazón que busca Tu rostro, y danos la gracia de reconocerte y encontrarte en quienes caminan a nuestro lado.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.